Con la mente a tu favor

Eran alrededor de las 6:30 de la tarde. Había hecho una pausa en lo que estaba haciendo y miré por la ventana. Con el cielo gris azulado como fondo, había tres pájaros revoloteando, danzando en semicírculos. Me daban una sensación de alegría serena, como cuando se culminan bien las tareas del día. Mis pensamientos se detuvieron; la mente quedó distraída, al disfrutar esas aves en su movimiento casi hipnótico…

Así son los pensamientos a veces, como esos pájaros. Van y vienen en círculos y pueden distraernos de la realidad. En muchas  ocasiones, no solo revolotean sin cesar sobre un mismo tema, sino que se quedan picoteando en la mente, clavando una idea fija y activando miedos y angustias.

Muchas veces no basta que sepamos que los pensamientos son obra de nuestra mente y pueden ser pasajeros, absurdos, infundados e irreales. Lo racional puede no alcanzar para detener la cantidad de pensamientos que agobian y que suelen ser tan rápidos que solo captamos la punzada de miedo, rabia o angustia que producen.

“¿Y si tengo una enfermedad grave?  No voy a poder con esto. Que no le pase nada malo a mis hijos”.

Toma aire y fuerza y toma consciencia de que no eres esos pensamientos, ni la mente. Eres mucho más.

Tu mente es como el cielo; y los pensamientos son las nubes o los pájaros. Ese cielo está conectado al de tus familiares, con su consciente e inconsciente colectivo, y está enlazado con el de la humanidad. En muchas partes está tóxico y contaminado por los malos pensamientos y emociones negativas.

Tu clima mental va cambiando y lo puedes modificar a voluntad. Ese cielo que ves allá afuera es apenas parte del espacio infinito, que va mucho más allá de nuestra comprensión humana; pero que existe. Mientras más subes en él, está más limpio. Así es tu mente, inserta en la mente divina.

Puedes subir más allá de tu mente cotidiana hablándole: Como hijo, como hija de Dios que yo soy, te ordeno que te serenes. En nombre de Jesucristo, te ordeno que te calmes.

También lo logras con la respiración consciente, con la oración, los mantras cantados con devoción, con la meditación.

Atención al corazón

Lleva la atención a tu corazón. Puedes ayudarte poniendo las manos en el pecho. Así también puedes calmar la mente porque bajas gran parte de la energía de la cabeza al corazón.

Llena el corazón de gratitud. Siente el cuerpo. Respira, sonríele a los pensamientos.

Recuerda que los pensamientos llevan la fuerza de la vida en ti, con ellos creas tus realidades. Todo lo que existe fue antes pensado. Una de las principales leyes espirituales es la ley del mentalismo. Creas con tu mente. Atraes todo aquello donde pones tu atención. Tus pensamientos atraen ideas con energías similares. Si estás pensando y hablando todo el tiempo de lo mismo, oyendo a otros diciendo lo mal que está la situación, asintiendo y repitiendo lo mismo que ellos, estás contribuyendo a esa realidad, individual y colectiva.

Usa tu poder para tu bien, y el de los demás. Todo lo que das regresa a ti. Un mal pensamiento recorre el universo y regresa a ti con energías recogidas del entorno, de la misma vibración con la que las enviaste.

Más vale apartar la mente del ruido colectivo. Elevar la consciencia a la luz divina y traer de allí paz y sanación para nuestras vidas.

No hay más tiempo que perder. Necesitamos tu ayuda. Cuida tus pensamientos. Todas las noches antes de dormir, imagina con lujo de detalles que estás viviendo eso que quieres para ti, para el país, para el planeta. Así contribuyes a crear eso, con el poder de tu mente como hijo de Dios que eres.

Gracias por la parte que me beneficia. Todos estamos conectados, como humanidad. Al avanzar uno, avanzamos todos. Tú y yo, y muchos, lo merecemos.

Un abrazo en la luz.

Con la mente a tu favor
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